Radicada en Villa Adelina – Argentina desde el año 1961. Pintora de manchas, artista aficionada. Entre 1977 y 1978 inicio sus estudios por correo. En 1994 retoma sus estudios cursando en varios talleres. Actualmente cursa en el taller de Bellas Artes de La Cárcova.
Es integrante del C.L.A.M. (Círculo de la Mancha) y de A.P.V.A. (Artistas Plásticos de Villa Adelina). Participó en varias muestras colectivas de la zona norte. En Capital Federal participó en “100 años de la Avenida de Mayo” organizado por el G.C.P. Nº 6 y C.G.P. Nº 14 en el Museo del Inmigrante, también participa en los concursos de manchas del Museo Eduardo Sívori.
Fue elegida miembro del concurso “Cartel de la Paz” años 2003 y 2004, organizado por el Club de Leones.
Sus profesores fueron Nilda Mariha Bragagnolo, Teresa Cancellara, Gustavo Madueño y Roberto Scafidi.
Premios:
Año 2002
2º Premio Concurso de la 3º edad de San Isidro.
Año 2003
1º Premio Concurso de la 3º edad de San Isidro.
1º Mención en el Club de Leones de Vicente López
Medalla en el Concurso de Manchas del Museo Eduardo Sívori.
Año 2004
1º Premio Concurso “Pintando el Mirador Comastri”.
Dos Medallas en el Concurso de Manchas del Museo Eduardo Sívori.
Tres Menciones en el Concurso de Manchas del Museo Eduardo Sívori.
Año 2005
Mención del Jurado en el 1º Concurso de Manchas “Pintando Boedo”.
texto realizado para la Exposición de Sakiko Horita en Hipólito Restó & Arte por Joan Lluís Montané de la Asociación Internacional de Críticos de Arte:
Sakiko Horita, el poder enigmático de la naturaleza.
Refleja el poder enigmático de la naturaleza, su fuerza misterio que le impulsa a desarrollar sus energías con total libertad. Capta la esencia de las mismas, apoyándose en el color, irrumpiendo en la dinámica sensual del mismo, en la voluntad de conseguir evidencias, constataciones, en el sentido de ir más allá de los límites, de las fuerzas que determinan la propia necesidad del saber estar en el filo estructural.
Es un poeta del color, que bebe de la sabiduría Zen, que avanza en la enigmaticidad de lo salvaje, para posicionarse en la voluntad del camino energético, en las zonas en las que se transforma la propia esencia de la vida.
Capta la luz, desde sus paisajes impresionistas, luminosos, pasando por las temáticas de los ríos que plasma con la densidad cromática sensual sugerente, en las que siempre están acompañadas por la presencia de flores, que son símbolo de vida, de expresividad singular en un entorno de agua, de millones de gotas en movimiento, que simbolizan el poder transformador de la energía. Otras escenas muestran la austeridad de la noche incidiendo en lo vegetal, componiendo una melodía de enigma estudiado.
Trabaja en óleo, acrílico y en ambas técnicas a la vez, posibilitando un cambio total de posicionamientos, en el sentido de viajar más allá de lo aparente, dado que es circunstancial, indagando en la fenomenología de la propia esencia de la existencia dévica.
Muestra paisajes, recodos, altos en el camino, caminos con gente en los bordes, siempre procurando hallar el medio para alcanzar el fin, que es exaltar la naturaleza, que es y somos nosotros mismos.
Realiza una excelente síntesis entre oriente y occidente, entre la meticulosidad cromática de los impresionistas, caracterizados por el cuidado de la luz y la mitificación del color y la captación de la posición natural de la meditación plástica contenida en la síntesis de la composición, propia de la filosofía oriental, del cultivo del Zen, del amor por la meditación en la naturaleza, partiendo de ella, surgiendo con ella, para alcanzar la propia voluntad de la energía.
Trabaja la densidad del color, con sutilidad, estableciendo zonas más o menos nutridas, adquiriendo compromisos con la gama variada de tonos rojizos, verdes, azules, marrones y amarillos, cada uno representando una parte de la dinamicidad de la esencia que capta.
Amante del detalle, lo supedita a la importancia del color, que refleja la animosidad y los sentimientos contenidos en la propia efervescencia que conforma el paisaje. Cada elemento de la naturaleza, bien sea salvaje y visceral o construida e influida por el hombre -casas, escenas urbanas, amaneceres, tornados, recodos de ríos solitarios, puertos, barcos anclados- son un recurso a la propia prodigalidad de la naturaleza circundante, que reflejan la fortaleza de lo que nos influye, contribuyendo a alcanzar una capacidad alegórica inusual, apta para avanzar en la posición adecuada, situada en el lugar preciso, en el punto de encuentro de las energías que establecen su propio recorrido.
Busca el misterio, incluso en los ángulos más específicos, aquellos que se refieren a la propia idiosincrasia de la verdadera sensualidad. Un misterio que se convierte en llave que abre la puerta al enigma, cuando transmite la fortaleza de los ángulos de sus escenas urbanas, de las casas de las urbanizaciones, de los límites de la playa, en la manera de abordar los caminos habitados, siempre los ángulos. El ángulo, es la terminación de la estructura, conlleva en sí misma menos riesgo de confrontación formal y denota una clara ausencia de pretensiones materiales dogmáticas. De ahí que no se recree en la fortaleza de la materia, pero, tampoco, en la ampulosidad de las casas.
La presencia constante de barcos apoya la idea espiritual de viaje, del viaje hacia lo inmaterial, dirigiéndose a otras dimensiones. Los amaneceres, el atardecer, la influencia de la luna, la espesura del follaje, la presencia de plantas exóticas acrecientan su voluntad sensual de alcanzar la vida a partir de un cierto hálito de trascendencia.